jueves 30 de mayo de 2002

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Esa señora de la biblioteca se acercó adonde yo estaba leyendo y en un largo susurro ininterrumpido me dijo todo esto, lleno de sobreentendidos:

Por cosas que han ocurrido y por orden de la jefa desde mañana las personas que concurren aquí tienen que presentar alguna identificación que les será devuelta al salir, y murmuró algo más sobre que allí las estanterías que tienen los libros están abiertas.

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Vi la expresión sorprendida de ese hombre que juntaba cartones por la calle, y miré yo también.

Había una bicicleta al lado de una reja que estaba rodeando un árbol, y en vez de estar asegurada con una cadena y un candado, estaba asegurada con esposas, como las que usa la policía.

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El Inspector Morse en esa miniserie de detectives de la televisión se enteró de cosas que no le cayeron bien, acerca de una señora que le había interesado a él, y se iba disgustado de esa casa.

Al despedirlo, esa señora le dijo «lo siento», y luego hubo un largo silencio durante el cual Morse pareció pensar una respuesta que resultara al mismo tiempo muy fuerte, pero también externamente muy cortés, y creo que lo logró, porque le dijo:

– siempre hay alguien que lo siente.

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Un rato después de eso dijo:

Ten cuidado con tus aspiraciones, Lewis, siempre hay un precio que pagar.

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Morse, un hombre con formación universitaria, y el sargento Lewis, mostrado como más simple, se vieron retratados en este diálogo.

Lewis le dice a Morse, para animarlo:

Si no puedes lidiar con el éxito y el desastre, trata igual a ambos impostores.

Morse dentro de su pena, sonrió y reconociendo la cita dijo: Kipling.

A lo que Lewis dijo: no, es una inscripción que está en la cancha y en el escudo de la asociación local de tenis.