23.12.2019c
Con el resplandor del cartel de Bekins, Zelda parecía vieja y asustada.—¿Estás bien?—No. Me siento vieja y asustada./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
Con el resplandor del cartel de Bekins, Zelda parecía vieja y asustada.—¿Estás bien?—No. Me siento vieja y asustada./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
en (…) la barra al lado del motorista. Llevaba bisagras tatuadas en las muñecas, en la articulación del codo, detrás de las rodillas.—Te hace falta una bisagra en el cuello —le dije.—A ti te hace falta que te den por el culo./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
Anna gozaba de un don propio de los gatos: salía bien en todas las fotos. Al punto que podía darse un lujo que le está vedado a la mayoría de los mortales: intentar ser fea.Guillermo Piro /Perfilhttps://www.perfil.com/noticias/cultura/ode-to-anna.phtml
la literatura como anonimato (…) somos cada vez un poco menos nosotros mismos /Quintín; Perfilhttps://www.perfil.com/noticias/cultura/la-causa-de-los-cuadernos.phtml
Decca era la única mujer alcohólica que Laura conocía que no escondiera el licor. Laura aún se negaba a sí misma que bebiera, pero escondía las botellas. Para que sus hijos no se las vaciaran, para no verlas ni hacerles frente./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
Explorábamos, escalábamos, observábamos al halcón al caer el sol. (…) Vimos al puma matar un venado. Eso fue precioso. De verdad. Nunca iba nadie a nuestros cerros, salvo el cazador que mató al puma./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
Casey los llevó a todos a dar una vuelta mientras yo preparaba la cena y me vestía. Minifalda y pendientes largos. Los chicos se disgustaron tanto porque saliera que me di cuenta de que debería haberlo hecho mucho antes./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
El Club Germanoamericano era bastante pésimo. (…). Al cabo de un rato (…). (…) yo acabé con un piloto llamado Buck. Guapo al estilo nazi, como un viejo Richard Widmark en blanco y negro./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
Intento recordar de qué hablábamos, pero no puedo. Y mira que soy habladora, igual que mis hijos. Con Casey hacíamos cosas mudas./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso
—Fue precioso. Dormimos bajo los cerezos en flor.—Genial —David sonrió.Ella sonrió también.—Volviendo a casa asesiné al cartero.—No me digas —dijo David, aflojándose la corbata.—David. Habla conmigo, por favor./Lucia Berlin: Una noche en el paraíso