ESTABA AMANECIENDO cuando el comisario Croce (…) a lo lejos, vio un resplandor (…). «Comparo lo que no entiendo», pensó. La realidad estaba llena de señales y de rastros que a veces era mejor no haber visto.Antología personal; Ricardo Piglia
Desde hacía meses vivía de prestado en la casa medio abandonada de un puestero en la estancia de los Moya, esperando que se resolviera el expediente de su cesantía y le pagaran la jubilación.Antología personal; Ricardo Piglia
—Dice que te van a recompensar y qué querés.—Cómo qué quiero…—A cambio. Plata no, algo…—No sé. —Se quedó pensando—. Un telescopio.Rosa se largó a reír.(…)—Mirá que bien… Cualquier cosa podés pedir —siguió ella—. (…) y cortó.Antología personal; Ricardo Piglia
Un trueque, eso también le gustó. A veces, en tiempo de sequía, no había un peso en el pueblo y al maestro le pagaban con gallinas, a Croce no le cobraban la comida en el restaurante del hotel, (…)Antología personal; Ricardo Piglia
(…) Siempre había querido tener un telescopio. En la noche, en el campo, se puede ver muy bien el firmamento. La luz de las estrellas no viene del espacio, viene del tiempo.(…)Antología personal; Ricardo Piglia
(…) Soles remotos (…). Pensar eso lo aliviaba cuando no podía dormir y en la cabeza le zumbaban los presagios y los malos pensamientos. Con el telescopio, por ahí las noches se le hacían cortas y algo podía aprender sobre el universo.Antología personal; Ricardo Piglia
Desvariaba, era demasiado perfecto pensar que le habían encargado una investigación para que descubriera que el culpable era él. Si entendía mal el mensaje del oráculo, estaba frito.Antología personal; Ricardo Piglia
«La respuesta a una pregunta que no se sabe», se dijo, «debe ser repentina y rápida como una aparición, no será evidente pero debe ser definitiva». (…)Antología personal; Ricardo Piglia
Él era un pájaro migratorio, había aterrizado aquí en la sección especial, casi no le hablaban, eran furtivos y misteriosos, todo estaba encerrado entre cuatro paredes (…) Antología personal; Ricardo Piglia
«¿Por qué no?», se preguntaba Croce. (…) Afuera no se puede ir, o sea que el asunto está adentro. (…) Pero si el límite era infranqueable era porque existía —o debía existir— un secreto que cerraba el paso.Antología personal; Ricardo Piglia