miércoles 1 de septiembre de 2004

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Franz Kafka; Diarios (1910-1923), Fábula, Editorial Lumen, Tusquets Editores

Mi relación con mi familia sólo adquiere para mí un sentido unitario cuando me concibo a mí mismo como la ruina de la familia.

Se guarda muy bien de casarse, aunque ya tiene treinta y cuatro años, porque a menudo las americanas se casan únicamente para divorciarse; a ellas les cuesta muy poco, pero al marido le resulta carísimo.

Es como cuando, con mi madre, siempre me quejaba de unos dolores que no eran, ni con mucho, tan grandes como daba a entender la lamentación. Sin embargo, con mi madre no necesitaba tantos recursos artísticos como con el lector.

Las promesas de cualquier tipo de felicidad se parecen a las esperanzas de vida eterna. Vistas desde cierta distancia, se sostienen firmes, y uno no se atreve a aproximarse.

No obstante, he iniciado un nuevo relato, porque temía estropear los anteriores. Ahora se alzan ante mí cuatro o cinco narraciones, como los caballos ante el director de circo Schumann al iniciar su número.

Cuando uno reconoce de un modo muy intenso sus propios límites, tiene que estallar.

Ella … pone en hora, en el minuto exacto, mi reloj que adelanta una hora y media desde hace tres meses.

Franz Kafka