domingo 15 de mayo de 2011

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Zygmunt Bauman; Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica;
Durante uno de mis viajes como docente (a una ciudad populosa, extendida y vital del sur de Europa), me recibió en el aeropuerto una docente joven, hija de una pareja local de profesionales educados y ricos. Se disculpó advirtiéndome que el trayecto hasta el hotel no sería fácil y llevaría mucho tiempo, ya que no había manera de evitar las atestadas avenidas que atravesaban el centro de la ciudad, y donde el tráfico estaba constantemente embotellado debido a su densidad. Mi guía se ofreció a llevarme nuevamente en auto al aeropuerto el día de mi partida. Como yo sabía que conducir en esa ciudad era una tarea agotadora, le agradecí su amabilidad y le dije que tomaría un taxi. Y lo hice. En esta segunda oportunidad, el trayecto hasta el aeropuerto demoró menos de diez minutos. Pero el taxista fue serpenteando por calles bordeadas de viviendas pobres, precarias, olvidadas por Dios, llenas de gente tosca y evidentemente ociosa, y de niños harapientos. La afirmación hecha por mi guía, que me había asegurado que no había manera de evitar el tráfico del centro, no fue falsa. Fue sincera y fiel a su mapa mental de la ciudad en la que había nacido y en la que había vivido desde entonces. Ese mapa no tenía registro de las calles de los "barrios bajos" por los que me llevó el taxista. En el mapa mental de mi guía solo había, pura y simplemente, un espacio vacío.
Esa ciudad, al igual que otras, tiene muchos habitantes, y cada uno de ellos tiene su propio mapa de la ciudad en la cabeza. Los mapas que guían los movimientos de las diversas categorías de habitantes no se superponen, pero para que un mapa "tenga sentido", algunas áreas de la ciudad deben ser descartadas, ser carentes de sentido y -en lo que al significado se refiere-, ser poco prometedoras. Recortar esos lugares permite que los demás brillen y estén colmados de sentido.
El vacío del lugar está en el ojo de quien lo contempla y en las piernas del habitante y en las ruedas de su auto. Son vacíos los lugares en los que no entramos, y en los que nos sentiríamos perdidos y vulnerables, sorprendidos, alarmados, y un poco asustados ante la vista de otros seres humanos.
Zygmunt Bauman; Modernidad Líquida, Fondo de Cultura Económica