jueves 7 de abril de 2005

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si no es posible aspirar a la perfección de la propia vida es porque nada de lo que sucedió admite la más mí­nima corrección;
y quizás tampoco admita la más mí­nima corrección lo que todaví­a no sucedió
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la elegancia de las curvas de los rieles de los trenes, y la elegancia de las curvas de los caminos