martes 8 de octubre de 2002

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ese hombre de once años era suficientemente mayor para advertir las necesidades del otro y decir que él podía "aguantar los desarreglos", que era su forma de expresar la manera en que se aguantaba los desacuerdos, las cosas que lo afectaban personalmente en su relación con sus mayores;
también era suficientemente mayor porque tomó nota de inmediato cuando alguien le dijo que no estaba nada mal aguantar, si en algún momento, horas o días más tarde, y de la mejor manera posible, podía poner en palabras esos desacuerdos y expresar sus sentimientos a la otra persona, que quizás ni siquiera hubiera notado en su propia conducta motivos para causar desagrado o molestias a los demás, o quizás sí;
al mismo tiempo, esa persona con sus once años quizás no sabía que tendría a cualquier edad el derecho y la necesidad de ser escuchado, de ser ayudado, de que se le dejara lugar para la expresión, y eventualmente para la queja y para el reclamo;
y que a cualquier edad tendría el derecho y la necesidad de que no le dejaran el ejercicio de la adaptación y la tolerancia exclusivamente a él