el contrato con la agenda permite conservar la demencialidad suficiente para anotar propósitos que no se tiene la más puta idea de cómo cumplirlos, pero quedan ahí, y se sostienen en el tiempo, porque se han visto imposibles cumplirse más de una vez
el contrato con la agenda permite conservar la demencialidad suficiente para anotar propósitos que no se tiene la más puta idea de cómo cumplirlos, pero quedan ahí, y se sostienen en el tiempo, porque se han visto imposibles cumplirse más de una vez