jueves 13 de febrero de 2003

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Salvador Dalí, Diario de un genio, Tusquets
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Se despertó a las cinco y cuarenta y cinco de la mañana, y entró al baño por lo que pareció un ratito, pero al salir, el mismo reloj estaba diciendo claramente 6,30, con lo que, diera las vueltas que le diera al asunto, acababa por comprender, cada vez, que el que tenía razón era ese reloj, y que había perdido de algún modo por completo inexplicable, esos cuarenta y cinco minutos únicos.
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Pareciera que no se ha hecho nada con la vida de uno a fuerza de vivir.