jueves 19 de noviembre de 2009

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cuando alguien cree que le ha ido muy mal en alguna cosa resulta normal divagar un poco pensando en qué cosa podría haber cambiado en el pasado para ahorrarse el revés en el presente;
y enseguida advertirá que el pasado no puede cambiarse;
y un rato después, si es que todavía sigue alrededor de ese tema, podría considerar con preocupación, o tal vez con cierto alivio de tan pesada responsabilidad, que el futuro tampoco podría cambiarse si se lo pensase bien;
porque si alguien fuese lo suficientemente audaz para considerar posible con su mera acción cambiar su propio futuro, y con eso el de infinitos otros, tendría que hacerse cargo también de los infinitos cambios que acarrearía cada uno de los eventuales cambios y eso infinitamente, lo cual es de una responsabilidad no apta para humanos;
por eso muchos humanos en los eventos adversos se van arreglando bastante bien con la módica ración al alcance del gran público, consistente en limitarse lo más sobriamente que les salga, a hacerse cargo de los propios actos, errores o no, que nunca se sabe, y de aguantarse un ratito