viernes 20 de junio de 2003

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Tomado del libro Christian de Bartillat, Conversaciones con Henry Miller, Granica editor

Es curioso, en mi vida, mis mejores amigos son unos cualquiera, gente de poca importancia, ni un solo gran hombre. Creo que el escritor se alimenta de los cualquiera. Constituyen la materia prima. Hombres como Picasso o como Braque no podían darme nada, porque ya eran completos, genios que ya tenían todo en sí mismos, mientras que yo busco – como un dios – busco aquellos que pueden inspirar algo.

Cuando termine el libro que estoy escribiendo, El libro de los amigos, ¿sabe quién será el último? No será un hombre… sino mi bicicleta, una bici, mi bici, mi primer y último amigo.

… me resulta más fácil pintar que escribir.
Empecé a pintar alrededor de los veinticinco años, en Brooklyn, casi para la misma época en que empezaba a soñar con escribir.
Para mí la pintura era más mágica que el hecho de escribir: además, tiene el material, el pincel, el color. En la escuela, siempre me decían que saliera del aula cuando comenzaba a pintar, porque hacía reír a todo el mundo con mi trabajo tan malo. Eran tan malo que la clase no podía seguir trabajando.

Las pesadillas son siempre las mismas, pero los sueños jamás. Y la peor pesadilla es aquella del hombre que se afeita y en el espejo ve a otro hombre. El hombre que pierde su identidad… es terrible… los pelos se me ponen de punta…

– ¿es feliz?
Sí, de veras, sí… o, más bien, he encontrado la paz.

En inglés decimos que cada uno tiene en sí mismo un libro. Cada uno es un libro, el libro que él mismo escribe.

¿Sabe qué se dice en inglés? …es una imagen con mucha fuerza. A veces se dice que un hombre que es muy orgulloso y egoísta, debe aprender a comer su propia mierda.

Recibo centenares de cartas que siempre comienzan de la misma manera: Nunca le escribí a ningún autor, usted es el primer escritor al que le escribo, y quiero agradecerle, por haber salvado mi vida, porque antes de leerlo era un miserable y un frustrado.

Nada anda bien en la vida social, pero es posible fuera de ella tener una vida individual. En ese caso, es posible ser feliz.
Pero no creo que sea necesario partir rumbo al Tibet. Hay que quedarse aquí, en el medio, en el centro.
La condición social es mala, pero la vida es siempre buena. Es el hombre quien echa todo a perder. La vida es todo lo que tenemos, todo lo que conocemos. Ella lo es todo, buena y mala, es la vida, y nada más se puede agregar. Debemos confrontarla con la vida social, que no es la única – salvo en las pequeñas comunidades, donde hay una idea básica – que es un caos…

Tomado del libro Christian de Bartillat, Conversaciones con Henry Miller, Granica editor