sábado 17 de agosto de 2002

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Ese hombre le decía en el sueño a su hijo que se iban a matar los dos, el hijo manejando desaprensivamente esa moto a toda velocidad, y el padre que iba atrás, impotente viendo hacia abajo, un camino surcado de trincheras, más que de zanjas, y se veía hacia abajo como si estuvieran arriba de una colina, y el hijo decía que no había ningún problema y bajaba a toda velocidad por ese camino imposible, y cosa de los sueños, no se mataban ni nada de eso.

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Y también tuvo ese sueño recurrente donde recordaba estar estudiando una serie de materias, pero nunca iba al curso de historia, y no sabía porqué, nunca le preguntaban nada de historia, y él se pasaba todo el sueño temiendo el momento en el cual la maquinaria educativa se le apareciese reclamándole los conocimientos de historia. Y a veces era geografía.

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En el sueño también le preguntaban a él si podrían destruir esos inmensos e inútiles expedientes administrativos, pero nadie estaba en condiciones de tomar la responsabilidad de destruirlos, y él tampoco, aunque no le faltaban ganas de decir que sí, que los destruyeran nomás, y todo lo que seguía de ese sueño eran los ensayos de imaginar diversas vías para destruir papeles oficiales sin dejar rastros, quemándolos, cortándolos bien chicos, sabiendo en el sueño que no dejar rastros es del todo imposible.

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Hay gente que dice que lee lo que uno escribe, y quizás lo lee y quizás no lo lee.

Hay gente que lee lo que uno escribe y jamás te lo dirá.

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Ese niño de cinco años era obligado a comer con su familia, no mucho, diez minutos, a lo sumo quince. Y se había pasado horas mirando la televisión, y luego pasaría horas viendo televisión, pero durante esos diez minutos del almuerzo hervía de indignación e impotencia por no poder ver televisión en ese momento, y repetía en un murmullo mientras le caía una lágrima:

me estoy perdiendo todo….