domingo 19 de mayo de 2002

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Ella se proponía ordenar la ropa en el dormitorio pero él veía que cada vez sacaba más y más ropa y la ponía sobre la ropa que ya estaba sobre la cama, en vez de guardar.

Ella decía que estaba guardando, porque para guardar tenía que poner orden, y para poner orden tenía que sacar más ropa.

El veía pasar el tiempo y en un momento empezó a desesperar, porque la cosa aparentaba empeorar cada segundo que pasaba, y no sabiendo qué decirle, para no discutir, le dijo, sin saber porqué:

me apena la situación.

a lo que ella respondió esto:

– a mí tampoco.

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En Buenos Aires hay cantidades de gente que te tocan el timbre de la casa con los más variados argumentos para intentar pedirte, venderte, sacarte, o robarte plata o lo que sea.

Al final, uno trata de no interrumpir lo que está haciendo, pero principalmente, intenta evitar los riesgos innecesarios.

Así cuando alguien llama a la puerta, ella, sin abrir, contesta:

la señora no está.

Cuando está él, dice esto, bastante inexplicable, pero que por ahora funciona:

no hay nadie en la casa, yo estoy trabajando acá.

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Reflexionaba ese hombre que hacía transporte con una pequeña camioneta, acerca de que su trabajo era discontinuo.

A veces nadie lo llamaba para transportar cosas. Y cuando lo llamaban, lo llamaban todos juntos, muchas veces superponiéndose, lo que le hacía perder trabajo por imposibilidad de cumplir con todos al mismo tiempo, por más voluntad que pusiese.

Y el señor que estaba escuchándolo, que era vidriero de profesión, le confirmaba que en su larga vida profesional siempre le había ocurrido de esa manera, que muchas veces los clientes aparecían todos juntos, como por paquetes, lo cual, si bien era inexplicable, era un fenómeno tan habitual que ya no lo sorprendía.

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Entonces, unos años después de eso, conversando con un señor que hace la vigilancia en una exposición de obras de arte, el cuidador le confirmaba que la gente aparece siempre por grupos, como si se hubieran puesto de acuerdo entre sí.

Y entre los cuidadores de las salas de esa exposición tienen una expresión muy graciosa para referirse a ese fenómeno. Dicen: llegó el subte (el metro, el subterráneo).