viernes 24 de enero de 2003

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el hombre contaba durante el almuerzo que en su último viaje al llegar a ese pueblo del sur de Italia vio que los afiches que invitaban al concierto de rock estaban escritos en griego antiguo
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el ingeniero se ocupaba diariamente de temas relacionados con el espacio exterior;
y no demostraba ninguna sorpresa especial cuando hablaba o escuchaba hablar de los temas que conocía profesionalmente;
no le decía nada especial escuchar que alguien le contase que en el diario publicaron que desde el espacio se ven lo que aparentan figuras que aparecen como si estuviesen danzando sobre las nubes de las tormentas eléctricas;
o que alguien diga que se está operando una inversión de los polos magnéticos; eso sólo le hizo decir que era algo completamente normal, que ya hubo cinco en total, o quince, no recuerdo, según dijo, en toda la historia que se conoce de la Tierra, la última hace 150.000 años;
tampoco se alteró al contar que los satélites detectan una zona única de anomalía gravitacional que incluye a casi toda Sudamérica;
después de asombrarse con la falta de asombro del ingeniero, el hombre salió a la calle y vió una hermosa luna por la mitad en el cielo, en pleno día, y no se asombró, porque ya la había visto muchísimas veces, y lo comprendió al ingeniero en su falta de asombro por lo que asombraría a cualquiera
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venía muy bien tener una luna allí afuera, y si bien hay planetas que tienen muchas, y al principio eso podría parecer más variado, a la larga podría confundir un poco;
sería como quien tiene un perro como compañía, viendo que hay otros que tienen nueve
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es para agradecer esa luna, para considerarse afortunados; hace sentir que hay alguien cercano allí afuera, y tampoco es una multitud que pueda quitar privacidad