sábado 22 de junio de 2002

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La señora que cuidaba las obras en el museo contaba que cuando les tocaba quedarse de noche allí, se escuchaba ladrar a un perro, se escuchaba pasar a las carretas como hace más de docientos años, se escuchaba gritar a la gente.

Ella dijo algo muy interesante, dijo que de día debe haber los mismos ruidos de sucesos hoy inexistentes, pero que por los sonidos de la ciudad de día no se oyen.

También contó de cuando golpearon la puerta del museo también de noche queriendo entrar a toda costa, y la sacudieron tanto hasta que se rompieron los vidrios de la entrada, y no se veía a nadie allí afuera queriendo entrar.

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Lo que es un gesto delicado que se observa en un mono, es un gesto de mono si se observa en una persona.

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Recibir de los amigos únicamente mensajes que automáticamente les mandan a todos, es un mensaje que no quisiéramos recibir.

Una y otra vez pensamos en poner ese filtro de correo que los detenga al entrar para siempre jamás, y nunca sabemos porqué no terminamos de hacerlo.

Creo que es porque se siente como mandar a una persona a la papelera de reciclaje, o borrarla, como si fuera un archivo.

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También debe ser porque queremos creer que cada persona es más que los actos que produce, o que no produce.