jueves 13 de marzo de 2003

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leyendo largo rato en ese bar ocurrió que el hombre se desperezó con tan mala fortuna que tocó levemente el brazo del empleado que pasaba llevando cosas a una mesa vecina, y le hizo derramarse un poco de agua encima;
luego de disculparse, imaginó secuelas distintas de ese gesto, que terminaban en caídas más o menos estrepitosas, catastróficas o quizás cómicas de personas y de cosas;
y también imaginó que desperezándose se puede ver de pronto una parte del techo, de una pared, alguna cosa que uno jamás hubiera mirado, por lo inusual del ángulo que debe adoptar la cabeza al desperezarse, y después de esa mirada, casi por completo casual, la posibilidad de que ocurra toda una secuencia de eventos, con componentes de misterio, terror, historias de todas clases con finales felices también, algunas, pero no todas
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un hombre apasionado por los videojuegos contaba cómo manejando en un muy peligroso camino de montaña perdió el control de su auto, sin que haya pasado nada, pues llegó a recuperar el control a tiempo a pesar de haber hecho cosas que en esas emergencias no son aconsejables;
cuando el que estaba escuchando notó lo inexplicable y providencial de esa recuperación del control del auto, le dijo que quizás lo que ocurrió allí fue que se gastó una vida, y si estaban conversando tranquilamente era solamente porque le habían dado para usar otra vida nueva
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circulamos con vidas infinitas hagamos lo que hagamos, hasta que alguien se aburre y deja de jugar