martes 18 de marzo de 2003

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la señora como pensando en voz alta dijo que tenía demasiadas cosas para hacer y el día le resultaba tan corto, a lo que el hombre que atendía el comercio le contestó que eso era de fácil solución:
hay que programar el día con horas de cincuenta minutos
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no tiene ganas de empujar la enorme piedra cuesta arriba, una y otra vez;
no tiene ganas de dejar para otro día su oportunidad de hacer algo ilógico, inútil, intrascendente o idiota;
no quería tomarse tan en serio a toda esa gente;
no quería sonreír sin ganas, y tampoco quería una máscara de seriedad si es que no estaba pasando nada especialmente grave;
no pidió permiso a nadie para hacer su vida, porque nunca hubo nadie allí