viernes 26 de julio de 2002

*

Le habían puesto Platón a ese perro, pero no por el filósofo, sino por un personaje de una historieta apellidado así por tener muchísimo dinero.

Y ese niño contaba que Platón había aparecido muerto y que quedó tirado en la calle después de lo que él describió como una pelea a muerte con otros dos perros por los amores de una perra en celo.

Ese niño no vió ese drama, pero creyó lo que le contó algún vecino.

Y la muerte se convirtió para él en una realidad para pensar, a los once años, porque un mes atrás también habían muerto dos ancianos vecinos, con diferencia de pocos días.

*

El escribano (notario) le dijo a ese hombre que le pedía su firma ahora antes de que se muriese, porque se podía morir en cualquier momento. Y se disculpó con esta frase:

te pido disculpas por decirlo de este modo, pero se sabe que los escribanos siempre estamos matando a alguien.

Y ese hombre pensó que no importaba, que también hacían eso los que intentaban vender seguros de vida y los servicios de sepelios prepagos.

Pero recordó que viajando hacia allí para terminar de cerrar viejos asuntos, se sintió como dirigiéndose al sepelio de un viejo amigo, y luego advirtió que ese viejo amigo era él mismo, alguien que había sido él, y que la sensación de la muerte era por decirle adiós a toda aquella parte de su propia vida que con eso quedaba atrás, a toda esa vida de él que ya estaba muerta y que quizás nunca había sido lo que él había creído que era.