miércoles 2 de enero de 2002

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Estuve pensando que los millonarios extremos y los pobres extremos caminan por las mismas calles de la ciudad y se reconocen por una característica que en los dos tipos de personas se cumple a rajatabla (¿qué palabra, no?). Tanto el que tiene absolutamente todo como el que no tiene absolutamente nada, circulan sin plata, sin una bolsa, un paquete, un portafolios. Nada de nada. Ninguno de los dos tiene teléfono celular ni billetera ni documentos. Nada.

Otra cosa sobre los pobres mucho más pobres. Ésos evidencian así que no tienen ninguna preocupación sobre qué es lo que van a hacer si llueve, o qué van a ponerse si es que cambia el clima. Quizás en algunos esa actitud esté asociada con la demencia, o con la aceptación de lo inevitable, es cierto. Pero es posible que en algunos opere algo así como una iluminación o comprensión que no comprenderemos nosotros hasta que estemos allí donde están ellos. Y esa comprensión, vale decirlo, nada pierde porque esté asociada con lo que nosotros percibimos como demencia o aceptación de lo inevitable.