domingo 31 de marzo de 2002

*

En la Argentina se alteraron en forma unilateral por parte del Estado las condiciones previstas en los contratos preexistentes con las empresas que se hicieron cargo de los servicios públicos privatizados, entre ellos los teléfonos.

Como consecuencia de esa situación, supongo, las empresas han dejado de ocuparse de arreglar los teléfonos públicos de las calles, no sé si como herramienta de negociación con el Estado o definitivamente.

A los usuarios les recuerda las viejas épocas de la empresa estatal, cuando nunca andaban los teléfonos y vuelven a revivir la impotencia de no poder lograr algo tan sencillo en apariencia como hacer una llamada imprescindible en el momento adecuado.

*

Para los que se han dedicado concienzudamente durante este tiempo a romper cada uno de los teléfonos públicos con toda tranquilidad, pensando en que en un ratito venían y los arreglaban, para poder así volver a romperlos, se acabó la diversión.

*

Lo que está roto está más allá del daño.

*

Cuando ese hombre recordaba a ese amigo que lo había invitado dos veces a cenar a su casa y no le había dado de comer ni un pedazo de pan durante las horas que duró esa visita, y sí muy fino y rico whisky importado, se acordaba también de cuando fue después de eso a esa misma casa.

Estaba invitado a tomar café pero le ofreció whisky del mejor, y ese amigo sin que le haya pedido nada, le dijo, yo te voy a dar plata, porque te hace falta.

Y salió de la habitación y volvió con cinco mil dólares.

Y no era un sueño, quizás pareció un sueño eso que estaba pasando en ese momento, y parece hasta hoy mismo un poco irreal, pero no fue un sueño, aunque merecería perfectamente serlo, con todas las letras.

*

Nunca hay que esperar nada.

Nunca se sabe lo que va a pasar.

*

la vi es bre

*

Pasó algo bien gracioso cuando ella le preguntó cuánto tiempo podía vivir él con esos cinco mil.

Y él le dijo: te voy a dar una buena noticia. Cuando se terminen esos cinco mil voy a seguir viviendo.

Y le cumplió.

*

Los automóviles con vidrios oscuros no te dejan ver a la gente que está en su interior para agradecerles con un gesto cuando te permiten cruzar, y esos vidrios opacos tampoco te dejan mirar quiénes son cuando pareciera que te quieren pasar por encima.

*

En las ciudades como Buenos Aires, donde se maneja muy mal, a mi modo de ver, es imposible manejar bien, porque es imposible manejar a menos que uno acepte los códigos usuales, y se transforme en un monstruo desconsiderado dispuesto a pasarle por arriba a los peatones o por lo menos a asustarlos, y a competir con los otros automovilistas para ver quién es el que pega primero o quién es el que amenaza pegar primero.

Eso no es obligatorio por supuesto, pero se hace obligatorio si uno quiere cumplir con la regla de oro del tránsito, que es acomodarse a lo que los demás están haciendo.

Así, por ejemplo, si todo el mundo supone que en esa esquina se sigue sin detenerse un segundo, que uno se detenga para dejar pasar a todos los peatones que quisieran cruzar, puede llegar a causar un accidente, además de la lluvia de insultos y bocinazos que uno recibirá.

Porque manejar en esta ciudad con otro espíritu no es del todo imposible, pero es extremadamente complicado, porque sería como querer jugar al Age of Empires* sin hacerle la guerra a los vecinos pacíficos.

(*Age of Empires es un juego de computación que simula el origen, desarrollo y decadencia de civilizaciones).

*

Lo que registramos como dolor quizás no lo sea.

Quizás sean sensaciones que para nosotros estén asociadas a momentos amargos pero es posible que valga la pena tomar contacto con ellas como simples sensaciones.

Sin ponerles un nombre determinado, podemos registrarlas como algo nuevo sin asociarlas con ninguna otra cosa antes conocida.

Y quizás estemos tomando contacto con la realidad misma, lo que sea eso, escuchando exactamente lo que tiene para decirnos si estamos ahí.