viernes 6 de septiembre de 2002

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En la Argentina, cuando se junta dinero en forma voluntaria para algún propósito determinado, se lo denomina:

hacer una vaca.

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Esa era una persona que no quisiera forcejear, ni encarar una pulseada con el otro, ni siquiera cuando por algún error pudiera sentirse superior al otro en algún aspecto.

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Sorprendió esa mujer que vivía en Inglaterra, y era española, cuando entró en esa reunión y se puso a hablar en alemán fluído con una persona que estaba allí, contra todo lo que podía esperarse.

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Reducido a una sola palabra, bien corta, podría ser So.

Sí y no, pero empezando por sí.

Y el sentimiento sería equivalente a esperar lo mejor pero estar preparado para lo peor.

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Estaba escapándole siempre a esas charlas informales que se armaban antes de la práctica de las artes marciales. Porque prefería encarar en soledad el tiempo previo, como tiempo de preparación.

Después supo que el profesor había corregido algunos excesos en ese tiempo previo, diciendo eso mismo, que era un tiempo de preparación, para aprovecharlo, y que por eso debía afrontarse con el espíritu apropiado, ya que muy pocas personas tenían la fortuna de poseer cinco minutos enteros para pasar consigo mismas.

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Conoció a una persona que había nacido en una localidad de nombre Soledad.

Pero a él le gustaba escribir, antes de la fecha:

nacido en soledad.

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Ese compañero suyo mientras practicaban artes marciales, un día le dijo que se le había caído como su ídolo, porque él cuando había empezado a practicar, el otro ya estaba graduado (y era más viejo), y sin embargo, le había resultado menos fuerte en la técnica, o había llegado a considerarlo menos capaz que él. Y otro día le pegó.

Y aún estando fuera de ese sistema, se pueden sufrir coletazos de todo eso quizás en el cuerpo, pero por suerte no en el alma, porque lo del ídolo es una cuestión limitada solamente a quien necesita tenerlos, construirlos y mantenerlos, y además de eso, en algún momento, combatir con ellos y demolerlos.