domingo 21 de abril de 2002

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Parece imposible hacer pie en una economía insólita como la de Argentina 2002.

Es una economía en rápida transformación hacia otra cosa que no se sabe todavía, algunos piensan que hacia ninguna parte, y yo prefiero pensar que no se sabe, eso es lo único seguro.

Pero por imposible que parezca, es posible ir haciendo algo, con ciertas reglas un tanto particulares, de las que puede verse algún ejemplo.

Ese arquitecto decía que podía tomar todas las medidas, pero que no podía dar ningún precio de ninguna cosa, porque no había precios.

Pero que apenas tuviera precios, los daría.

Y otra cosa que dijo es que ahora los trabajos se convenían por etapas muy chicas, sobre materiales acopiados, que quiere decir comprados y en poder de uno.

Y otra cosa muy grave que dijo, fue que los precios de todas las cosas subieron en forma dramática, pero que el precio de la mano de obra, que es como aquí se llama al trabajo humano, bajó.

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El tema de los roles está muy claro para los varones en la escuela primaria.

Y hay que salirse de esa escuela para salir de la pesadilla de los roles sociales que deben actuar los niños.

En especial está el tema de pelearse, pelearse todo el tiempo, quieras o no quieras.

Y la paradoja de hacerte una máscara de que te gusta pelear, y de hacerlo bien, para pelear menos.

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En este país se dice de alguien, cuando bebe bebidas alcohólicas sin mayor discriminación, que se toma hasta el agua de los floreros. Que así se les dice por aquí a los grandes vasos o recipientes con agua donde se colocan las flores para adorno.

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Siendo chicos había un juego, en el que si perdías, te ibas a Berlín.

Y eso quería decir algo que ya no recuerdo, para el caso quizás no tenga importancia ya.

Mi hermana dice que donde pasaba eso era en el juego de las prendas, juego que yo no recuerdo para nada, así que no sé.

Yo creo que era en el Martín Pescador, pero sin ninguna seguridad.

El hecho es que en nuestra imaginación de niños de otras épocas, hacíamos a Berlín una ciudad para perdedores.

No sé de dónde habrá salido esa costumbre, siendo que Berlín, me imagino, será un lugar como todos los demás, en los que a veces se pierde, pero en los que también a veces se gana.