jueves 25 de abril de 2002

*

El Inspector Morse es un personaje de una serie de televisión, a cargo del actor inglés John Thaw.

Esta vez el Inspector Morse decía:

Me prometí que nunca olvidaría lo horrible que es tener quince años.

Luego lo olvidé.

Todo el mundo lo hace.

*

En tiempos que enloquece la economía, se desactivan o se desarticulan muchas economías particulares.

Esto se evidencia en las bancarrotas, las quiebras, como se les dice por aquí, la gente se funde, que es otra expresión local muy expresiva de lo que sucede.

Un procedimiento para encarar la crisis es cerrar, cuando operar comercialmente o profesionalmente es más caro que no hacer nada.

Otro procedimiento es compartir locales comerciales y dividir los gastos fijos, y así hay combinaciones sumamente insólitas de las actividades más diversas, y a veces casi incompatibles.

Otro fenómeno muy indicativo de la crisis es la televisión.

La televisión apareció en todas partes en los comercios, en las oficinas.

Es porque la gente pasa muchas horas en blanco esperando que algún cliente entre a gastar algo de dinero.

Entonces se quedan mirando la tele y así piensan que hacen algo, que aprovechan el tiempo mientras no hacen nada.

*

Ese profesor dijo que había una expresión en Europa que decía que en cada mendigo hay una gota de sangre de príncipe, y en cada príncipe hay una gota de sangre de mendigo.

*

En ese sueño alguien entregaba a otro un peine de bolsillo.

Y ese peine se partía haciendo presión, y adentro tenía cocaína.

Sueño típico de alguien que no ha visto cocaína ni siquiera en el cine.

*

Cometer un error a pesar de poner todo el cuidado en no cometerlo es muy parecido a la predestinación.

Que es una forma muy espiritual y delicada para referirse a lo que uno siente que ha sido una verdadera y rotunda estupidez.

*

Estábamos conversando acerca de lo diabólico y de la santidad, y se me ocurrió pensar que una pizca de lo diabólico es apta para corromper la santidad, pero que una pizca de santidad no tiene la capacidad de corromper lo diabólico, y hasta sería posible que esa pizca de santidad empeore la cosa de lo diabólico con lo que pudiera ser tomado hasta por un matiz perverso.

Por suerte todo este ejercicio de la mente será imposible de comprobar, a menos que se encuentren ejemplos convincentes de lo diabólico y de la santidad en estado puro.

Mirando por aquí y por allá, antes o ahora, podrán encontrarse ejemplos de que bastante a menudo las mismas cosas, situaciones, ideas, fueron alternativamente tomadas como manifestación de lo diabólico o de la santidad, según cómo se miraran y por quién.