domingo 5 de mayo de 2002

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Lo más terrible de las mujeres son sus silencios.

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Recordar eso la próxima vez que nos pese lo que dicen.

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Trabajaba en una oficina de abogados cuyo nombre oficial era Asesoría Legal.

Ese abogado hizo un informe de rutina y cuando revisó el texto se dio cuenta de que al final había puesto Asesoría Letal.

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Sucedió en el Colegio Médico de Corrientes, una provincia argentina.

El presidente de esa institución asistía a una negociación donde se discutía de salud, pero básicamente se discutía de dinero.

Cuando se mencionó que una persona era asesor de alguien, este hombre, que se llamaba Plinio, dijo estas palabras:

Mirá ché: hay tres clases de asesores. Los asesorones, los asesorines y los asesoretes.

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Trabajaba en una fábrica manejando una máquina que hacía envases plásticos para aceitunas.

Dominando todo el espacio y con una vista perfecta, estaba la oficina en el primer piso, con paredes de vidrio, desde donde uno de los dueños de la fábrica veía todo lo que pasaba.

Había un ruido ensordecedor, pero ese dueño le llamó la atención porque silbaba, pero me pareció que lo que más le debe haber molestado fue que sonriera mientras trabajaba.

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Muchos años después de eso y en otro lugar, hubo un gerente que cultivaba un estilo popular y le dijo, explicando porqué quería un vidrio entre él y el resto del personal:

el ojo del amo engorda el ganado.

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Ese criterio de observación y vigilancia pudiera ser que funcionase, pero a mí no me convence.

Creo que es un pésimo negocio, pues esos sistemas de observación directa o remota no llegan al interior de las personas, que se refugiarán allí para mantenerse libres de observación y de control.

Y harán exactamente lo que les parezca mejor.

Además ese control favorece todo tipo de resistencia.

Como me contó alguien una vez de un personaje así de perseguidor de empleados, conocido por su mal genio, al que el personal a su cargo identificaba en sus conversaciones internas como "el gato".

Y todo, porque aludían a un dicho popular que dice que cuando el gato no está, los ratones bailan.