miércoles 25 de diciembre de 2002

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en Argentina muchas cosas han cambiado gracias a la crisis, muchas de ellas en el sentido de la humildad y de la adaptación a las nuevas condiciones;
los jóvenes en parte por eso, se sienten en las calles como en sus propias casas cuando de reuniones para conversar con sus pares se trata;
pero no todos se terminan de adaptar, ni los que se adaptan lo hacen por igual en todas las cosas;
a mucha gente simplemente no le entra en la cabeza que no puede invitarte a una cena o a un evento en un bar sin ponerte en el problema de decirle que no, que no te resulta posible o agradable afrontar el gasto muchas veces indeterminado, o que ahora alguno podría llegar a pensar que no es siquiera demasiado ético gastar como cuando se podía gastar, en el marco social que nos toca compartir;
o que no resulta agradable que se den entre gente que debe compartir la experiencia, odiosas diferencias en el grado de consumo, marcadas por la posibilidad y la imposibilidad;
así, mucha gente que podría estar, contesta que no, que está ocupada, no puede, o alega cualquier excusa incomprobable e inverosímil;
donde hay buenos vínculos, seguramente se podrán crear situaciones donde se evite todo aquello que resulte involuntariamente penoso, y se pueda disfrutar de la amistad y del afecto más allá de las circunstancias sociales, que en el fondo, no deberían tener verdadera entidad para impedir lo esencial
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una definición de lo propio sería:
eso que cuando uno se muere, es como si nunca hubiera existido