miércoles 23 de enero de 2002

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Unas palabras sobre las ancianas… sobre los ancianos. Me propuse aprender de los ancianos esa expresión entre confundida y ausente que les permite encubrir una lúcida percepción y una férrea voluntad.
Sumado a una fingida sordera o desatención, les permite literalmente hacer lo que se les da la gana. Así ignoran cualquier negativa, siguen derecho por donde no se debe, nos hacen comer lo que dijimos que no queríamos, nos imponen cosas todo el tiempo, y nos ganan por cansancio. Y si pensamos, pobre, no entiende… cometemos un error, somos nosotros los que no entendemos.
Por eso decidí que para tener todos esos beneficios me voy a comportar de ese modo tan práctico desde ahora mismo.

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Pero entonces, ¿voy a andar por allí con cara de idiota? ¿Y si la gente piensa que soy idiota?
No quisiera hacer nombres. Pero algunos que pasan por estar entre los más ricos del mundo, tienen unas caras en las fotos…
Y yo digo, no hay peor persona para tener enfrente en una negociación que una persona que te ponga esa cara de no entender nada.
Como decimos en la Argentina, a esa gente no hay con qué darles.