miércoles 17 de junio de 2009

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de Robert A. Heinlein; Estrella doble
Nunca me había sentido influido por las profundas teorías de la ética filosófica.
Había leído algo sobre ellas, desde luego… ya que las bibliotecas públicas son una cómoda diversión para un actor que no tiene mucho dinero… pero las había encontrado tan pobres de vitaminas como el beso de una suegra.
Con tiempo y papel suficiente, un filósofo puede demostrar cualquier cosa.
Sentía el mismo desprecio por la clase de educación moral que se dispensaba a la mayor parte de los niños.
Mucho de sus elaboradas normas y lo que en el fondo significan no son más que las bases para establecer la sagrada norma de que un niño bueno es el que no molesta la siesta de su madre, y que un hombre bueno es el que consigue una robusta cuenta corriente sin que le pillen infraganti.
de Robert A. Heinlein; Estrella doble