martes 25 de marzo de 2003

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Aion. C. G. Jung, Paidós.

El espíritu cristiano primitivo lo sabía: si no, nunca hubiese podido decir Clemente de Alejandría que quien se conoce a sí mismo conoce a Dios.

Para el observador objetivo puede ser de toda evidencia que se trata de proyecciones. Sin embargo, cabe poca esperanza de que el sujeto las vea. Hay que estar ya persuadido de que uno también a veces puede equivocarse, para estar dispuesto a separar del objeto las proyecciones emocionales.

… está dentro de las posibilidades que uno reconozca el mal relativo de su propia naturaleza; en cambio, constituye una experiencia tan rara como conmocionante verse cara a cara con el mal absoluto.

… es la compensación indispensable y necesaria de los riesgos, esfuerzos y sacrificios que acaban todos en el desengaño, es el consuelo de todas las amarguras de la vida; y, con todo, es a la vez la gran suscitadora de ilusiones, la seductora que lo atrae a esa misma vida; y no sólo a sus aspectos razonables y útiles, sino también a sus paradojas y ambigüedades, donde el bien y el mal, el triunfo y la ruina, la esperanza y la desesperanza, se equilibran y compensan.

Aion, C. G. Jung, Paidós
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parece ser que Buda, quienquiera que haya sido, hablaba, y luego la tradición se escribió, se interpretó, y hasta llegó a Internet; y entonces en un sitio de frases célebres alguien incluyó una frase y la atribuyó a Buda, que quizás la dijo así textualmente, y quizás no, nunca se sabrá, pero suena exactamente como si la hubiera dicho, y nos parece estar oyéndolo;
el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional